Cuando era pequeño, mi mamá acostumbraba comprar las frutas y verduras en el mercado de La Merced, que es un mercado muy popular en la Ciudad de Mexico. En realidad yo odiaba ir cada fin de semana hasta allá, nos quedaba como a 40 minutos en transporte publico y había que cargar las bolsas con las compras. Las cosas cambiaron cuando abrieron un lugar llamado Central de Abasto, que nos quedaba muy cerca de la casa, nos íbamos caminando.
Recuerdo mucho una ocasión en la que aun íbamos a La Merced, que mi mamá nos compro a mi hermana, a mi hermano y a mi, una bolsita con nueces a cada uno. Había un vendedor en la calle que ofrecía una docena de nueces por 2 pesos, y mi mamá aprovecho la oferta. Yo era muy pequeño, pero recuerdo que en la escuela me acababan de enseñar que era una docena, la verdad se me hacia una medida extraña. Ya estaba acostumbrado a contar en decenas, no veía la utilidad de contar de doce en doce, difícil para mi.
En fin, antes de comerme mis nueces, empece a contarlas. No llegue a la docena, conté once. Conté de nuevo. Otra vez once. Le dije a mi mamá que no eran una docena, que eran solo once. Mi mamá contó. Once.
Regresamos a donde estaba el vendedor y mi mamá le reclamo. El vendedor no le creyó, el tomo una bolsa y le mostró a mi mamá que eran doce. Mi mamá tomo otra bolsa y contó… Once. Tomo mi mamá otra bolsa y, once. El vendedor al verse descubierto en su estafa, nos dio 3 nueces y nos fuimos.
En camino a la casa, mi mamá me dijo algo que nunca olvide. Ella me dijo que jamas debía ser deshonesto, que jamas engañara a la gente, que no permitiera que la gente me demostrara que mentía. Que no fuera un ladrón. Me dijo que no era importante reclamar una nuez. Me dijo que era importante ser honesto.
Siempre lo he recordado, las palabras de mi mamá se quedaron conmigo.
La verdad es que, ese acontecimiento me marco mucho en mi vida. Recordaba la cara del vendedor cuando mi mamá le demostraba que estafaba, que mentía. Recordaba esa cara de vergüenza cada vez que yo mentía, así que me avergonzaba a mi mismo por mentir.
Supongo que me sirvió cuando intentaba mentir, me impedía mentir. Ahora después de tantos años, ya no recuerdo la cara, pero recuerdo la sensación. Me avergüenza sentir eso.
¿Porque escribí esta anécdota? Pues para acordarme en unos años aun de esto, para mantenerlo vigente, para no confiar solo en mi recuerdo de la infancia. Para que las palabras de mi mamá no se olviden, para que su ejemplo viva. Porque en este día de la independencia de Mexico, en este día que celebramos la libertad, no se nos olvide que si Mexico esta como esta, es porque no somos honestos. Porque ofrecemos docenas y en realidad damos once.
Deja de quejarte, da docenas de doce.